Recorrimos la noche festivalera coscoína para mostrarte a la Capital de la Cultura.
Los duendes coscoínos aún hacen de las suyas en algún rincón festivalero, luego de nueve noches de luna a puro ritmo y baile, poesías y relatos que transportan, laburos de artesanos que maravillan, atrás quedó la edición 64 del Festival Nacional del Folklore en Cosquín.
Fue la edición que repasó 40 años de democracia y se presentó con otra impronta, muy fuerte, la de convertir a la localidad de Punilla en la Capital de la Cultura.
Con relación a esa bandera, cada una de las actividades planificadas le dieron contenido al gran encuentro musical, conectándose entre sí, premisa que tendría que ser lógica, aunque en esta oportunidad se renovó ese pacto.

En esta ocasion la visita tuvo como propósito poder recorrer este clásico festival que trasciende fronteras físicas y culturales.
La cuarta noche sería la elegida, la que tendría como temática los 40 años de democracia, es por ello que todos los protagonistas que subieron al Atahualpa Yupanqui, desde el ballet oficial a los artistas, tuvieron algo que contar, ya que muchos fueron parte de ese tiempo.
Llegaron las campanadas, las manecillas del reloj marca las 10 en punto, “pipulo Juárez”, maestro de ceremonia, camino el escenario para luego dar paso al característico “aquí Cosquín…”, de esta manera quedó abierta una nueva jornada festivalera.
El ballet oficial se encargó de dar color, alegría y cuerpo al escenario, de una plaza convocante, qué sorprendida, aprobó con aplausos el primer número artístico.
De allí nos fuimos a caminar por las calles coscoínas, en la búsqueda de adentrarnos en otros eventos que acompañan al evento mayor.
Los espectáculos callejeros, es uno de ellos, cada tarde, en distintos puntos convocantes, en su mayoría balnearios, artistas de distintos pueblos le ponían canto y ritmo al entorno, siendo el escenario Alfredo Ábalos, en la plaza San Martín, el que acompañó por la noche a los visitantes.
La música colmaba la plaza, que lucía a pleno, más de 100 artesanos se sumaron a la 57.ª edición de la Feria Nacional de Artesanías y Arte Popular Augusto Raúl Cortazar.
Eran pasadas las 22 hs y algunos artesanos continuaban desarrollando su trabajo, algo que realmente realza el encuentro ferial.
Trabajos en vidrio, cuero, tela, hierro, cerámica, sumado a ellos un espacio para lutieres que hicieron sonar un par de notas a sus instrumentos creados.
El ambiente festivalero tiene eso, es la gente la que le da el contenido, y es ahí donde se crea la mística que cada año propone este encuentro.
Se percibió la diferencia a años anteriores, la apuesta fue fuerte, la organización planteo una convocatoria federal y abierta, al punto que algunos artistas consultados resaltaron la importancia de apoyar a la actual gestión.
El paisaje de la plaza lo completaba la feria del libro, la cual contaba con varios stands más que en otras ediciones. Aún recuerdo a una amiga cuando me decía la significancia de una intervención literaria.
A unos metros de la plaza, en la escuela Julio Argentino Roca, el movimiento era incesante, algo que en lo personal no era nuevo, pero sí sorprende y contagia.
En esta locación la muestra cultural y el encuentro de poetas daban mayor valor a la propuesta artística y literaria planificada.
La propuesta literaria ya alcanzó las 22 ediciones, y concentró en el patio del colegio la presentación de libros, charlas y recitado de poesías, con la participación de importantes escritores.
Lo interesante, es que algunas obras se recitaron en el escenario de la plaza Próspero Molino, dando así mayor contenido al festival musical, algo que creemos oportuno, para que los espectadores conozcan las actividades que acompañan al gran evento.
Es en esa noche, la cuarta luna, que Miguel Ángel, “el negro”, Toledo recitó “El grito de ida y vuelta” de Armando Tejada Gómez, con una potencia poética singular.
De la esquina de donde todo comenzó, la Plaza San Martín, comencé a dirigirme hacia la otra plaza, sin dejar de prestar atención al paisaje de la avenida coscoína.
A lo largo de esas cuadras, otros artistas callejeros, le daban color a la noche festivalera y de pronto eventuales bailarines completaron el encuentro perfecto.
Para los que visitan la jornada musical, sentado en la plaza, sin salir de su zona de confort, sepa que, sin quererlo, está ignorando la ocasión de conocer el gran contenido artístico y cultural que se planifica para los visitantes en la localidad de Punilla.
Esto es Cosquín, la magia se percibe en sus calles, sus plazas y patios peñeros, los rincones y espacios, hasta en el momento en que las campanas dan aviso a que “Cosquín empieza a Cantar”.
Hoy la localidad de Punilla, es la Capital de la Cultura.
Datos a tener en cuenta
Visitamos: Festival Nacional de Folclore
Ubicacion:
Cosquín – Valle de Punilla

CONEXION CENTRO
